jueves, 16 de febrero de 2012

El África Precolonial a finales del siglo XIX y la Conferencia de Berlín

Cinco años antes de que la Conferencia de Berlín repartiese África, los europeos controlaban numerosos puntos costeros. Desde ellos se había realizado el tráfico de esclavos y ahora eran florecientes factorías y avanzadillas de la colonización. En abierta competencia con ellos, los comerciantes musulmanes penetraban en el interior del continente y formaban sus propios estados. La lucha entre ambas fuerzas decidiría el destino de África. Pero la mayor riqueza y un superior desarrollo industrial, hizo que la balanza se inclinara a favor de los países europeos. 

Hacia finales del siglo XIX, las principales potencias europeas dejaron de enfrentarse entre si y buscaron expandir sus horizontes mas allá de su propio continente. Con la aparición súbita del nuevo poder de Alemania bajo el mando de Otto von Bismark, Inglaterra y Francia se apresuraron a obtener en África el mayor número de posesiones. Lo mismo hicieron Alemania, Italia y Bélgica y pronto surgieron entre si importantes enfrentamientos. 

Africa Subsahariana


Africa Subsahariana
Época: Asiay Africa
Inicio: Año 1000
Fin: Año 1500
Antecedente:
Africa en la Edad Media
Siguientes:
Imperio de Malí
Imperio de Songhay
Imperio Kanem-Bornu
Ciudades-Estado hausa
Reinos feudales
El Sahara ha sido siempre una importante barrera natural que ha servido de división primordial entre el África blanca y el África negra.
El África negra subsahariana por sus civilizaciones y las influencias recibidas puede dividirse en diferentes áreas geopolíticas: el Imperio de Malíel Imperio de Songayel Imperio Kanem-Bornulas ciudades-estado hausa ylos reinos feudales.

No hace mucho tiempo, la tierra estaba poblada por dos mil millones de 
habitantes, es decir, quinientos millones de hombres y mil quinientos 
millones de indígenas... La élite europea se dedicó a fabricar una élite 
indígena; se seleccionaron adolescentes; se les marcó en la frente, con 
hierro candente, los principios de la cultura occidental... Tras una breve 
estancia en la metrópoli los devolvían a su país falsificados. Esas 
mentiras vivientes no tenían nada que decir a sus hermanos; eran un 
eco... Aquello se acabó: las bocas se abrieron solas; las voces 
amarillas y negras seguían hablando de nuestro humanismo, pero fue 
para reprocharnos nuestra inhumanidad. 
Jean Paul Sartre 

Historia de la esclavitud


Historia de la esclavitud

Durante siglos, millones de africanos (hombres y mujeres) fueron deportados al continente americano por las potencias europeas y reducidos a la esclavitud. La trata de esclavos tuvo consecuencias considerables sobre el continente negro, tanto sobre sus aspectos demográficos, como sobre sus estructuras y su desarrollo económico. El presente del continente africano está marcado por esas huellas.

En el siglo XVI, en la mayoría de las regiones del África subsahariana existían ciudades considerables para la época (de 60.000 a 140.000 habitantes o más); pueblos grandes (de 1.000 a 10.000 habitantes); muchas veces en el marco de reinos e imperios notablemente organizados, y también territorios de hábitat disperso denso. Es lo que revelan los vestigios y las excavaciones arqueológicas, así como las fuentes escritas, tanto externas (árabes y europeas anteriores a la mitad del siglo XVII) como internas (crónicas autóctonas redactadas en árabe, que era la lengua de la religión, como el latín en Europa). La agricultura, la ganadería, la caza, la pesca, un artesanado muy diversificado (metalurgia, textil, cerámica, etc.), la navegación fluvial y lacustre, el comercio cercano y lejano, con monedas específicas, estaban muy desarrollados y activos.
El nivel espiritual e intelectual era análogo al de África del Norte en la misma época. El gran viajero árabe del siglo XIV, Ibn Batuta, alaba la seguridad y la justicia que había en el imperio de Mali. Antes del uso de las armas de fuego, la trata árabe era marginal con respecto a la actividad económica y al volumen de población. León el Africano (a comienzos del siglo XVI) menciona que el rey de Bornu (de la región del Chad) sólo organizaba una vez al año una expedición para capturar esclavos 1.

Crecimiento de la demanda 

A partir del siglo XVI la situación se agravó singularmente. Los portugueses penetraron en el Congo, conquistaron Angola, atacaron los principales puertos de la costa oriental y los arruinaron. También penetraron en el actual Mozambique. Los marroquíes atacaron el imperio Songhay, que resistió durante nueve años. Los agresores disponían de armas de fuego, mientras que los subsaharianos no las tenían. Miles de habitantes fueron muertos o capturados y reducidos a la esclavitud. Los vencedores se adueñaron de todo: seres humanos, animales, provisiones, objetos preciosos y demás...
Reinos e imperios fueron dislocados y desmigajados en principados, que se vieron inducidos a hacerse la guerra cada vez con más frecuencia, con el fin de tener prisioneros que pudieran ser intercambiados, especialmente a cambio de fusiles, indispensables para defenderse y atacar. De todo esto resultaron desplazamientos de población que provocaron nuevos choques, el reagrupamiento en sitios de refugio, la propagación de un estado de guerra latente hasta en el corazón del continente. Se multiplicaron las razzias en el noreste del África Central a comienzos del siglo XIX, al punto de alcanzar la cifra de ochenta por año, según el letrado tunecino Mohamed el Tounsy, que viajaba en esa época a Darfur y a Ouadai (actual Chad) 2. El porcentaje de cautivos con relación al conjunto de la población se incrementó continuamente entre el siglo XVII y el final del siglo XIX y "distritos antes densamente poblados fueron reconquistados por la maleza" o la selva 3.
Todo el tejido socioeconómico y político-administrativo que se había constituido fue progresivamente pervertido y luego arruinado. Las personas fueron muchas veces reducidas a la autosubsistencia en lugares de defensa, difíciles de cultivar y de irrigar. Se produjo una regresión enorme en todos los ámbitos. La suerte de los cautivos empeoró. Y apareció una nueva clase o categoría social de malhechores: la de los intermediarios, brutales vigilantes de las caravanas, intérpretes... los "colaboradores" de la época. Algunos príncipes intentaron en vano oponerse a ese comercio creciente de seres humanos. Pero el rey de Portugal respondió negativamente a las cartas de protesta del rey Alfonso del Congo, que se había convertido, sin embargo, al cristianismo. Uno de sus sucesores fue reducido al silencio por las armas. Lo mismo ocurrió en Angola. La delegación francesa en Senegal suministró armas a los moros para que atacaran al Damel 4, que negaba el paso a las caravanas de esclavos. Así, puede verse que fueron los pedidos externos (la "demanda") los que provocaron la gran extensión y proliferación de la esclavitud en el África negra.
Al principio, los reyes entregaban sólo a los condenados a muerte. Pero los portugueses querían cantidades importantes, que tomaron ellos mismos atacando sin otro motivo. Desde 1575-1580, Dias Novais, primer gobernador de Angola, despachaba cautivos a razón de un promedio de 12.000 anuales 5, es decir, dos veces más, sólo a partir de Angola, que toda la trata de la zona del Sahara en la misma época, de acuerdo con las cifras, por ejemplo, del historiador estadounidense Ralph Austen.
En el siglo XVII y sobre todo en el XVIII, la mayoría de los armadores europeos se dedicaba a este tráfico marítimo que daba grandes ganancias, principalmente los holandeses, los ingleses y los franceses. En la segunda mitad del siglo XVIII se alcanzaron cifras enormes: salvo en los años de la guerra franco-británica, cientos y cientos de navíos embarcaban entre 150.000 y 190.000 cautivos anuales, según los años 6. La inseguridad creciente y generalizada en la mayoría de las regiones multiplicó la escasez, las hambrunas, las enfermedades locales y más aun las enfermedades importadas, particularmente la viruela. Las endemias se instalaron y las epidemias florecieron.

 Fuerte disminución demográfica 

Es posible sumar a todos aquellos que murieron durante los ataques, durante las transferencias del interior hacia los puntos de partida y en los galpones; los que se suicidaban y los rebeldes muertos en el momento del embarque; así como también las muertes imputables a la multiplicación de las razzias y a las guerras intestinas engendradas por la dislocación de las entidades políticas a causa de la huida de las poblaciones; las muertes por hambre (ya que las cosechas y las reservas habían sido saqueadas) y por enfermedades de toda clase; las muertes debidas a la introducción de las armas de fuego y de alcoholes adulterados, a la regresión de la higiene y de los conocimientos adquiridos... y hay que agregar a todas esas muertes las de los cautivos y cautivas arrancados del subcontinente. Puede verse que este déficit demográfico supera ampliamente la cantidad de nacimientos viables, a su vez forzosamente en disminución. Y también habría que tener en cuenta los "no nacidos". Tal como durante la Guerra de los Cien Años, que le hizo perder a Francia la mitad de su población, la disminución se hizo de manera irregular y diferente según las regiones. Hacia fines del siglo XVII se acentuó fuertemente, y desde la mitad del siglo XVIII la disminución global fue masiva y rápida.
¿Es posible evaluar esa disminución? Para medir los efectos demográficos de la Guerra de los Cien Años en Francia, se comparó la cantidad de "luces encendidas" (es decir, de casas habitadas) existentes antes de esa guerra, con la cantidad contabilizada después. Como en India, en África no se dispone de registros de bautizos y otros similares, pero por los viajeros y exploradores del siglo XIX se sabe que en África Occidental las aglomeraciones más grandes no tenían más de 30.000 ó 40.000 habitantes. Eran, entonces, alrededor de cuatro veces menos importantes que las ciudades africanas más grandes del siglo XVI.
Según los mismos testimonios, la diferencia era todavía más grande en la población rural, o por la cantidad de combatientes que un príncipe o un jefe guerrero podía alistar. La relación aproximada de 4 a 1, observada en África Occidental, ¿será representativa de la disminución del conjunto de la población del África negra entre el siglo XVI y el XIX? En el Cabo de las Palmas 7, al sur de Angola, las pérdidas fueron más elevadas todavía. Gwato (Huguato), el puerto de Benin, tenía 2.000 "luces" a la llegada de los portugueses y sólo quedaban 20 ó 30 cuando los exploradores del siglo XIX reaparecieron allí 8. El historiador estadounidense William G. Randles muestra que la población de Angola también se había reducido en grandes proporciones 9. En cambio, las regiones de Chad quedaron bastante bien pobladas hasta 1890 (con pueblos de 3.000 habitantes en 1878).
En el actual Sudán, el despoblamiento comenzó con la dominación esclavista del pachá de Egipto Mehemet (Mohamed) Ali, en 1820. En África Oriental, las altas mesetas, como las de Ruanda y Burundi, siguieron densamente pobladas, con alrededor de 100 habitantes por km2, contrariamente a lo que ocurría en la región del lago Nyassa (en Malawi). En África del Sur, desde la primera mitad del siglo XIX, las acciones de los ingleses se agregaron a las de los boers 10 para diezmar a los pueblos autóctonos. En conjunto, parece razonable pensar que en el siglo XIX la población del África negra era 3 a 4 veces menor de lo que había sido en el siglo XVI.
Pero, ¿es posible conocer la importancia de la población del África negra hacia la mitad del siglo XIX? La conquista colonial (con artillería contra fusiles antiguos, del tipo de los arcabuces); el trabajo forzado multiforme y generalizado; la represión de las numerosas revueltas a sangre y fuego; la subalimentación; las diversas enfermedades locales y, una vez más, las enfermedades importadas y la continuación de la trata oriental siguieron reduciendo hasta 1930 la población que quedaba en alrededor de un tercio. En esa fecha, medidas administrativas y sanitarias iniciaron la recuperación demográfica, que se realizó de manera muy gradual.
Esta evaluación fue posible porque, con la presencia europea en el interior de los territorios, algunos indicadores estadísticos se agregaron a las fuentes narrativas 11. En 1948-1949 se efectuó en toda el África subsahariana un censo general y coordinado. Después de hacer correcciones por las declaraciones faltantes, la población fue evaluada en aproximadamente 140 a 145 millones de personas. Teniendo en cuenta el crecimiento registrado entre 1930 y 1948-1949, se puede estimar que en 1930 la población era de 130 a 135 millones de individuos, que representaban dos tercios de la población aproximada de los años 1870-1890, que era de alrededor de 200 millones. De lo que puede concluirse que la población en el siglo XVI era al menos del orden de los 600 millones (o sea un promedio de unos 30 habitantes por km2), según el resultado de mis investigaciones. Las cifras antiguas de 30 a 100 millones eran totalmente imaginarias, como lo mostró Daniel Noin, ex presidente de la Comisión de Población de la Unión Geográfica Internacional 12.

 Cúmulo de efectos destructores 

Entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XIX, la población subsahariana se redujo entonces en unos 400 millones. Sobre ese total, es imposible precisar el porcentaje de los que fueron deportados, a partir de las costas y del Sáhel, a causa de la importancia de los fraudes y de la muy elevada cantidad de clandestinos, antes y después de que se prohibiera la trata. Diversas fuentes e investigaciones conducen a duplicar las cifras oficiales en lo que se refiere a la trata europea 13. Las evaluaciones de la trata árabe también son aleatorias. Para dar un orden de magnitud, digamos que para las dos tratas adicionadas la cifra debe situarse entre 25 y 40 millones. Una cifra todavía muy discutida, pero es cierto que las pocas evaluaciones existentes no tienen en cuenta la enormidad de los disimulos. Al menos 9/10 partes de las pérdidas totales se produjeron en la propia África, lo que se explica por la extraordinaria duración de la grave inseguridad permanente, creciente y persistente en el conjunto del territorio, a causa de la acumulación de efectos destructores, directos e indirectos, de las dos tratas simultáneas, cada vez más intensivas.
Una Guerra de Cien Años que duró trescientos, con las armas de la Guerra de los Treinta Años y de los siglos siguientes. La conquista y la ocupación colonial, así facilitadas, incrustaron la extraversión, tanto cultural como económica, e hicieron particularmente problemática la reestructuración del conjunto subsahariano y de cada una de sus regiones. Sólo hace una decena de años que el África negra recuperó el nivel de población que tenía en el siglo XVI, pero de manera muy desequilibrada debido a la congestión en las capitales.
Las consecuencias de la trata son pesadas, pero no se suele tomar conciencia de su importancia cuando se analizan los problemas actuales del África Negra.
  1. Léon l'Africain, Description de l'Afrique, Adrien-Maisonneuve, París, 1956.
  2. Pierre Kalck, Histoire de la République centrafricaine, Berger Levrault, París, 1995.
  3. Charles Becker, "Les Effets démographiques de la traite des esclaves en Senegambie", De la traite de l'esclavage, actes du Colloque de Nantes, tomo 2, CRHMA y SFHOM, Nantes-París, 1988.
  4. Título que se daba a los soberanos animistas del reino de Cayor (Senegal).
  5. William G. Randles, "De la traite à la colonisation. Les Portugais en Angola", Annales Economie Société Civilisation (ESC), 1969.
  6. Ibidem.
  7. Sobre la actual frontera entre Costa de Marfil y Liberia.
  8. Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo de situ orbis, Centro de estudios de Guinea portuguesa, Mémoire nº 19, Bissau, 1956.
  9. William Randles, op. cit.
  10. Colonizadores holandeses.
  11. Daniel Noin, La population de l'Afrique subsaharienne, Ediciones Unesco, 1999.
  12. Ibidem.
  13. Charles Becker, op. cit.
Autor/esLouise Marie Diop-Maes
Publicado enEdición Cono Sur
Número de ediciónNúmero 102 - Diciembre 2007
Páginas:32,33
TraducciónLucía Vera

Ghana, Audoghast y Songhai


Ghana, Audoghast y Songhai

Colgante (Ghana)Época: África
Inicio: Año 800
Fin: Año 1100
Antecedente:
África subsahariana

Fue en la franja sudanesa, a occidente, entre el Sahara y la selva tropical, donde a raíz de la expansión bantú logró configurarse el más antiguo reino-Estado negro que no dependía de legados ni asiáticos ni clásicos. Se trata del reino de Ghana, que aparece en la terminal de una ruta caravanera, que coincide en parte de su trazado con la ya aludida ruta de los carros, así denominada por presentarse jalonada por grabados rupestres representando carros y que lleva a evocar una noticia de Herodoto, en torno a los Garamantes -saharauis blancos- que realizaban incursiones en el país de los Etíopes -en este caso, los negros del ámbito subsahariano- utilizando carros tirados por cuatro corceles. A la existencia de tales rutas quizá se deba la aparición más tardía del reino de Songhai, al que llegaba la que va de Trípoli a Gao, a través del valle de Tilemsi. También, cuando ya se ha impuesto el Islam en el África del Norte, el reino-Estado de Kanem, situado en la terminal de las rutas que desde Fezzan y Egipto llegarían hasta el Chad.
Ghana no tiene nada que ver con la actual República de Ghana, que surgiría en 1955 al independizarse la antigua colonia británica de Gold Coast, y adoptar un nombre, caro a las tradiciones culturales africanas: el de Ghana, país del oro, que empezó a ser conocido en el siglo III y que no tiene relación alguna con el Estado actual.
La primera mención conocida de Ghana se debe al astrónomo árabe AI-Zazari, quien al hablar de un país del oro, al que llama Ghana -voz árabe que se pronuncia aspirada con un sonido más cerca de rana ó grana que Ghana-, se refiere al Gangaran y Bambuko, en la cuenca media y alta del Senegal, de notable producción aurífera. En el 903, el compilador islámico Ibn al-Faquih, escribe que en el país de Ghana el oro se da entre las arenas como los melones y se recoge con el sol naciente. Hacia el 975, otro árabe, Ibn Hawkal, que describe sus largos viajes, detalla cómo la ruta sahariana de Egipto a Ghana fue abandonada en su momento por la ruta marroquí, dada su inseguridad y las tempestades de arena.
Es decir, que a fines del siglo X, cuando en el África menor se ha impuesto el reino de los Ibaditas de Tahert, podría viajarse desde el África Menor a Ghana desde el sur de Marruecos y atravesando el desierto. Numerosos autores árabes seguirán hablándonos de Ghana. Entre ellos Al-Bakri, que escribe desde España (1086), Al-Idrisi (1054) e Ibn Jaldun (1394), dándonos pie para pensar en la larga vida del reino, del que, sin embargo, la tradición oral africana apenas conserva noticias de su existencia. La excepción sería quizás alguna conseja sobre Ghana, que hoy bajo un enfoque etnohistórico hace aleatoria toda reconstrucción histórica de este Estado. Ello aunque sepamos que llegó a tener veintidós monarcas y aunque conocidos antropólogos lo hayan situado en parajes que más tarde ocuparían otros reinos. Fundamentalmente hay una noticia, por la que el reino fue fundado por beréberes Zenaga, introductores del camello al sudeste del Sahara.
Ahí está asimismo una actividad económica harto antigua, que ya pudieron conocer las gentes de Ghana: la extracción con trabajo esclavista de las salinas saharianas de Idjil, de Tagaza o de Taudeni, estas últimas, medio milenio después, explotadas por los Songhai. Ahí están también el oro que llega del sur, del legendario Bambuk, a localizar en Guinea en el alto valle del Faleme. Claro que es dudoso que la inaferrable Ghana haya podido controlar el Bambuk, pero ahí estaban sus mercaderes, comprando polvo de oro a hurtadillas, en un comercio silencioso en que se cambiaba por sal, que alcanzaba un alto precio.
Este tráfico hacía de la misteriosa Ghana, en el confín del sur sahariano, un país próspero y rico al que la historiografía árabe le da casi la fama de un El Dorado negro, y cuyo soberano vive en una especie de kasbah, decorada y con ventanales de vidrio emplomado, con toda clase de servicios y una curiosa parafernalia, lo que le obliga a sujetarse a determinado ceremonial y a quien, tras unas suntuosas exequias, habría de sucederle su sobrino, hijo de su hermana.
Una tradición recogida en el siglo XVII por Es-Sadi recuerda que los primeros soberanos de Ghana fueron de raza blanca. Posiblemente descendientes de beréberes llegados desde el Sahara. No obstante, en el 790 un negro, Kaya Magan Cisse, para vengar el asesinato de su padre, dio muerte al soberano blanco y ocupó el cargo, adoptando el nombre de Cisse Turkara, es decir, el rey, fundando una dinastía de color que habría de durar tres siglos.
Sería precisamente bajo esta dinastía que va del siglo IX al XI cuando Ghana llega a su cenit, al lograr expandirse hacia el este llegando a Tombuctú, al oeste hasta el Senegal y al sur hasta el río Baule. Fronteras realmente harto difusas por lo que cabe preguntarse qué tipo de autoridad se podría ejercer a través de la distancia, dado que lo que hoy venimos conociendo como reinos o Imperios son más bien núcleos de autoridad que alcanzan más o menos lejos según la época, autoridad y dinamismo de los príncipes.
Hacia el norte sabemos, sin embargo, que Ghana hubo de enfrentarse incesantemente con las correrías de los nómadas beréberes, lemtes y sanhadjas. Estos últimos terminarían por disputarse el control de la ruta sahariana que, desde Marruecos, pasa por Sidjilmasa y Audoghast. De Sidjilmasa a Audoghast hay dos meses de viaje y de Audoghast a Ghana, apenas quince días.
Cabría recordar aquí también otro reino subsahariano, Audoghast, posiblemente de origen beréber, cuya capitalidad la asumía la ciudad terminal de una ruta caravanera utilizada en el tráfico de la sal y del oro. Es posible que este lugar fuera Tegdaust, en la actual Mauritania. A finales del siglo X, el viajero árabe Ibn Hawkal escribiría sobre dicho lugar algo que se le antoja insólito: que había podido ver una especie de reconocimiento de deuda de un mercader de Audoghast que vivía en Sidjilmasa por un importe de unos 40.000 dinares, friolera que viene a equivaler hoy a algo más del millón de dólares. Por su parte, el andalusí Al-Bakri (1088) habla de la capital de Audoghast de oídas, describiéndola como una ciudad grande y muy poblada, dotada de buenos aljibes y circundada de huertos y palmares.
En el 977, el mismo Ibn-Haukal, arriba citado, habla en su itinerario de la existencia, más allá de Ghana, de una pista que tras treinta días de viaje llegaba a un reino que llama Kugha, cuyo soberano es amigo del rey de Ghana. Ambos viven en paz con los reyes de Audoghast que les envía la sal necesaria para subsistir. Los arqueólogos han identificado a Kugha con Kukkia, en el Níger, a 150 kilómetros al sur de Gao.
Los auténticos dueños del Níger eran por entonces los pescadores sorkos, pertenecientes al grupo étnico songhai, carente de pureza étnica y unidad. Una conseja tribal cuenta que cierto día -fue en el siglo VII- llegaron desde el desierto dos vagabundos desarrapados, posiblemente blancos y nómadas beréberes. Curtidos por el infortunio y por la experiencia, fueron adoptados por los negros songhai, que les proporcionaron una choza y mujeres, de las que tuvieron numerosos descendientes, que resultaron hombres audaces y enérgicos, a la vez que valientes y corpulentos.
La leyenda cuenta que fueron nombrados reyes. Tal es el origen de la dinastía de los Día, que floreció entre los siglos VII y XIV. El rey de Kugha o Kukkia, a quien recuerda Ibn Haukal, fue uno de estos Día. Al parecer, su autoridad sólo fue reconocida en un principio por los songhai sedentarios, y los pescadores sorkos volvieron la espalda a su Estado, durante siglos, hasta que ante la presión de los sedentarios se impuso que relegasen su autoridad remontando el río, para instalarse en ámbitos en que no escasease la pesca. De aquí, la fundación de Gao y Bumba tras la instalación también en Djenné, a la vera de sus competidores, los pescadores sorkos.
Sin embargo, los sedentarios, acaudillados por un monarca Día, los rodearon rechazándolos poco a poco hacia las fuentes del río. Finalmente, un monarca Día, al parecer el decimoquinto, terminaría abandonando el animismo tribal, para convertirse al Islam, trasladando ya, a principios del siglo XXI, su capital a Gao, en medio de pescadores sorko. Pues Gao tenía la ventaja, aparte de ser una villa ribereña, de estar enclavada en la terminal de la ruta transahariana que llegaba del norte, de Trípoli y El Cairo. Precisamente es el mismo sitio en que hoy, en nuestros días, termina la primera auto-ruta transahariana construida por europeos, la llamada Argel-Gao por Bidon.

domingo, 12 de febrero de 2012



1899-1902: la guerra anglo-bóer
El interés de Gran Bretaña en cohesionar sus posesiones sudafricanas hizo difícil la 
relación entre los ingleses y los bóers, descendientes de los colonos neerlandeses 
establecidos en África Austral desde mediados  del siglo XVII. El descubrimiento de las 
minas de oro y diamantes, por un lado -Con la consiguiente inmigración británica y las 
ambiciones  de los círculos financieros londinenses-  y la intransigencia de los boers, por 
otro, hicieron la guerra inevitable. Sus precedentes inmediatos son descritos por Paulus 
Krüger (1825-1904), presidente del Transvaal.Historia del Mundo Contemporáneo 

“La República Sud-Africana no tardó en apercibirse que el objetivo del gobierno Ingles era 
hacer inevitable el conflicto, y que sólo dilataba el envío de un ultimátum para tener tiempo 
de reunir las fuerzas suficientes para aplastar el Transvaal.  También desde que el gobierno 
republicano se persuadió de que la guerra era inevitable y de que toda nueva concesión 
sería vana, resolvió tomar una actitud enérgica, y, el 9 de octubre, envió al representante 
británico una última nota que después se ha llamado nuestro ultimátum.  Esta nota hacia 
resaltar una vez más que Inglaterra no tenía el menor derecho a inmiscuirse en los asuntos 
internos de la República; que había sido por puro espíritu de conciliación que el gobierno 
republicano había consentido en entablar conversaciones con el Gobierno inglés sobre la 
cuestión del derecho de voto, cuestión que reafirmaba ser de la exclusiva competencia del 
Gobierno y del Parlamento de la República; que lejos de atender a esos procedimientos 
amigables, el gobierno inglés había entrado en el camino de las amenazas; que, después de 
la ruptura de las negociaciones, la República atendió siempre las proposiciones a las que el 
Gabinete de Londres había hecho alusión; que, a la vista de las fuerzas militares dirigidas 
hacia sus fronteras, la República se había visto obligada a movilizar sus  Btírghers  para 
asegurar la defensa del territorio; que la intervención del Gobierno inglés en los asuntos 
internos de la República constituía una violación de la Convención de 1884, lo mismo que 
el despliegue de sus tropas en las fronteras creaba una situación intolerable; que la 
República, en fin, consideraba su deber poner fin a esta situación, en su propio interés, así 
como, también en interés de todo Sud-Africa, y que, en consecuencia, rogaba 
encarecidamente al gobierno de Su Majestad que diese su aprobación a las disposiciones 
siguientes: 
a) Todos los puntos litigiosos serán regulados amigablemente por un tribunal arbitral o 
por cualquier otro medio pacífico susceptible de poner de acuerdo dos gobiernos. 
b) Todas las tropas enviadas a las fronteras de la República serán retiradas. 
c) Todas las medidas de incremento de los efectivos militares tomadas después de 1º 
de junio de 1899 serán anuladas en un plazo negociado, con toda lealtad, por los dos 
gobiernos, y bajo la garantía dada por la República Sud-Africana de  que ninguna 
agresión u hostilidad será dirigida por una y otra de las dos Repúblicas contra los 
territorios de Su Majestad durante las negociaciones.  Si Inglaterra se adhiere a esas 
condiciones, el gobierno de la República está dispuesto a retirar sus propias tropas 
de las fronteras. 
d) Las tropas inglesas actualmente embarcadas no deberán poner pie en ningún puerto 
del África austral. 
El despacho acababa rogando del gobierno inglés una respuesta para el día 11 de octubre 
antes de las 5 de la tarde, añadiendo que si no había llegado en plazo, una respuesta 
favorable, la República se vería, a su pesar, obligada a considerar las acciones del gobierno 
inglés como una formal declaración de guerra cuyas ulteriores consecuencias no podrían ser 
imputadas a la República, y que ésta consideraría igualmente como una declaración de 
guerra todo movimiento de tropas hacia las fronteras que pudiera tener lugar en el intervalo 
fijado más arriba. 
El 11 de octubre Mr. Green entregaba la respuesta del gobierno inglés, cual se declaraba 
que era imposible aceptar las condiciones puestas por el Gobierno de la República 
sudafricana.  Al mismo tiempo el encargado de negocios  solicitaba su pasaporte para 
abandonar el país; he aquí cómo estalló la guerra a  despecho de todas las concesiones, de 
toda la buena voluntad, y de toda la buena fe de que había dado prueba la República.  
El Volksraad,  cuya sesión no habla sido clausurado, quedó aplazado cuando pareció 
evidente que iban a dar comienzo las hostilidades;  por lo demás había  declarado por 
unanimidad, como el Volksraad del Estado libre, que estaba dispuesto a verter su sangre 
por el derecho y la libertad, y ambos renovaron este juran en su última sesión en medio del 
duelo y de las inquietudes de la guerra”. 
Les mémoires du président Krüger (París s. a.), 
 págs. 292-295

África en la era colonial en 1914


El noroeste de África en 1912



Fuente: 

Estados de África en vísperas de la partición 1884

Estados de África en vísperas de la partición 1884. Adaptado de R. O. Collins, J. M. Burns, and E. K. Ching, eds, Historical Problems of Imperial Africa (Princeton: Markus Wiener, 1994), 6D. Mapa a escala original gris derecho de autor de la University of California, Santa Barbara, Geografía. Alteraciones y colorado realizados con Corel Photo House por Jeffrey S. Gaydish, 1998.

África en 1880


El Imperio Songhay 1493-1528


Imperio de Songhay
Época: Asiay Africa
Inicio: Año 1400
Fin: Año 1528
Antecedente:
Africa Subsahariana
El Reino de Gao, uno de los más antiguos del oeste de África, mantuvo hasta el siglo XI una importante posición comercial a orillas del río Níger. Su riqueza hizo que la dinastía islamizada songhay de los Dia, instalase su capital en Gao. Según al-Bakri sólo el rey era musulmán, mientras el pueblo seguía siendo fetichista.
El Reino de Gao logró mantener su independencia frente al imperio de Ghana, pero no pudo conservarla frente al poderío militar del imperio mandingo de Malí. Los historiadores discrepan sobre cuándo se produjo la anexión de Gao como provincia de Malí, para unos fue en época del mansa Ulé, mientras que para otros fue el mansa KanKu Musa el que realizó la conquista.
A partir de 1400 los príncipes songhay de Gao comenzaron a independizarse de Malí hasta que alcanzaron la plena independencia con Sonni Alí Bar (1464-1492), verdadero artífice del imperio songhay. Este soberano restaurador, animista convencido, constituyó en veintisiete años un poderoso imperio que iba desde Kebbi, en Nigeria, hasta la actual región de Segu. Entre 1464 y 1468 hizo que su imperio songhay controlase el vital eje comercial Tombuctú-Djenné y de esta manera de todo el comercio transahariano. Sonni Alí persiguió a los musulmanes y especialmente a los círculos intelectuales de Tombuctú ligados a los tuareg y fulbé. Toda su política en este sentido se vino abajo cuando a su muerte en 1492 los musulmanes lograron colocar al frente del imperio al general Mohamed Ture con el titulo de "askia".
El askia Mohamed I (1493-1528) supuso el apogeo del imperio songhay, si bien su reinado no estuvo exento de luchas internas al tener que imponerse a la fuerza a la aristocracia tradicional. Buscó una nueva legitimización de su poder en una peregrinación a La Meca en 1496-97, de donde regresó con título de califa, lo que le permitió realizar una verdadera reforma de la sociedad según los consejos del jurista islámico al-Maghili, y continuar las conquistas de su antecesor Sonní Alí. Entre 1514 y 1517 conquisto las minas de Bambuk, controló los ricos mercados de las ciudades hausa de Kano y Katsina, y logró mantener en el desierto a los tuareg.
Mohamed I fue destronado por sus hijos, iniciándose un periodo de inestabilidad debido a las luchas fratricidas entre los príncipes de la familia real, hasta que en 1591 el sultán Mulay Ahmad de Marruecos, sabedor de la debilidad interna del imperio songhay envió contra él un ejército de mercenarios que lo conquistó tras la batalla de Tondibi, si bien en el sur del país, en Dendi, se estableció una fuerte resistencia contra los invasores marroquíes.
Las bases económicas del imperio songhay fueron muy similares a las de los imperios precedentes. El comercio transahariano fue la actividad más lucrativa, mientras que las actividades agrícolas, debido a que el suelo era más fértil, eran realizadas por numerosos esclavos en grandes propiedades controladas por la aristocracia. La pesca en el río Níger y la ganadería fueron también muy importantes para la economía. La primera actividad desarrolló una importante industria artesanal de ahumados, que llegó a exportarse por los territorios vecinos.
La sociedad, fuertemente jerarquizada, mostraba una gran masa de la población con serias dificultades para vivir en el campo, y una aristocracia político-religiosa que junto a los ricos comerciantes vivía lujosamente en las grandes poblaciones.
Mapamundi de Hereford, de Richard de Haldingham 

El comercio negrero en África 1500-1900


Africa negra hacia 1880
Época: Col e Imp As
Inicio: Año 1870
Fin: Año 1914
Antecedente:
Colonialismo e imperios asiáticos
Siguientes:
Europeos en el Africa negra
Con frecuencia, se interpreta la historia de África con una visión excesivamente eurocéntrica, como si antes de la conquista nada existiese. Esto, obviamente, es erróneo y conviene hacer al menos un esbozo de la situación de los pueblos africanos.
A partir de 1880, en el momento en que el África negra se convierte en objeto de fundamental apetencia para las grandes potencias de Europa, sus tierras se hallan sumidas en una larga fase de decadencia. Las raíces son muy diversas: la trata de negros por turcos y europeos, desde el siglo XVI especialmente, que sería el factor principal del declive africano. La expansión del comercio europeo a partir del siglo XV a costa de los focos civilizadores de Arabia, Persia y Egipto. A las dos razones anteriores, de carácter exógeno al Continente, se unió una endógena: Los movimientos bélicos internos, mal conocidos pero de evidente importancia cultural.
Las culturas autóctonas negro-africanas, frecuentemente muy complejas, aparecen ligadas por lo general a cultos de tipo animista (basados en la creencia de la acción voluntaria de seres orgánicos e inorgánicos, incluso de fenómenos de la naturaleza, que se consideran movidos por un alma antropomórfica). En ocasiones, el animismo se concreta en un tótem, animal sagrado del que creen que depende la vida de la tribu.
Estas formas anteriores a la penetración contemporánea de los europeos no excluyen, sin embargo, la subsistencia de creencias distintas entre las que destaca la del Dios único, creador del mundo (entre tribus bantúes, kikuyus y gabonesas).
Samuel Johnson en su History of the Yorubas señala que el dios de éstos significa "el señor del cielo". Le consideran como creador del cielo y de la tierra, pero en un lugar tan elevado que no puede ocuparse directamente de los hombres y de sus asuntos, por lo que deben admitir la existencia de numerosos dioses e intermediarios. Creen en el otro mundo, de donde se deriva el culto de los muertos y su fe en un juicio final.
En general, la forma de agrupación social suele ser tribal, caracterizada por un hábitat concentrado dentro de su limitación -el poblado- y por el origen familiar de la propia concentración.
La actividad económica se caracteriza por tratarse de un sistema orientado a la subsistencia y por su base eminentemente primaria. Son, por lo general, pueblos agrícolas, pero desconocedores -en 1870- del utillaje, fuera de la azada, y de cualquier género de abono, natural o no (salvo la utilización del estiércol en algunas comarcas sudanesas). Ello dificulta la sedentarización y da lugar a la típica agricultura itinerante, seminómada, característica de amplias zonas de la sabana africana. En otras tribus predomina la actividad ganadera, bovina sobre todo.
La organización política suele ser monárquica, frecuentemente hereditaria y, en todo caso, sagrada. Se rodea de una administración rudimentaria, pero no sólo central, sino provincial cuando la amplitud del Estado lo requiere. En esta administración sus miembros se hallan ligados a la jefatura por medio de relaciones e incluso ceremonias parejas a las del feudalismo europeo.
En la actualidad, sin embargo, una serie de estudiosos e historiadores africanos empeñados en la tarea de exhumar la historia de África afirman la existencia de una organización democrática del poder político en las sociedades negras. "Antes de la llegada de los europeos -declara Kenyatta- los Kikuyus tenían un régimen democrático, aunque en un principio tuvieron un sistema monárquico". Y Ojike asegura: "Es tan profundamente democrático el sistema político a lo largo de toda África, que nadie siente su libertad oprimida". Ambos autores hacen referencia, para apoyar sus tesis, a la organización de los poblados en Consejos de los jefes, de familia, que eligen a su vez los delegados para la Asamblea de Ancianos a escala tribal.
Por lo que se refiere a la Hacienda estatal, se sostiene con el correspondiente sistema fiscal, que tiende a concretarse en la recolección de una parte de los frutos y en la propiedad de los productos del subsuelo.
En general, la extensión y fortaleza de los Estados son mayores cuanto más grande es su proximidad a la presencia europea, en conexión, fundamentalmente, con el tráfico de esclavos. Este comercio en las costas del Oeste y Este de África provoca un proceso secular de concentración del poder en los mismos pueblos negros: primero, para defenderse de los cazadores de esclavos; después, para realizar, a su vez, esta misma actividad económica en los pueblos vecinos más débiles (actuando así de intermediarios con los compradores blancos o árabes).
De esta forma, el tráfico de esclavos, sobre cuya enorme incidencia demográfica se han hecho cómputos que oscilan entre 5 y 25.000.000 (cifra esta última que supondría 1/8 de la población del continente en 1960), provoca un segundo proceso secular, en este caso de repliegue de los pueblos más débiles hacia las montañas, suscitando en las zonas costeras y subcosteras la lenta constitución de las grandes unidades políticas que se encuentran los colonizadores europeos a su llegada.
Junto a las costumbres religiosas y las instituciones políticas y sociales, las normas jurídicas constituyen uno de los elementos fundamentales de la estructura de una sociedad.
El derecho africano es consuetudinario y está impregnado de elementos religiosos: el soberano es, también, la mayor parte de las veces, sumo sacerdote, y las familias son asociaciones rituales. De ahí se deducen importantes consecuencias para la concepción del derecho de propiedad de la tierra: las tierras pertenecientes a la familia africana gozan de una inalienabilidad perpetua y son indivisibles.
El África negra en el siglo XIX comprende más de las tres cuartas partes del continente africano, de Sudán al Sur del desierto sahariano. Se puede dividir este continente -exceptuando los países islámicos fundamentalmente- en tres grandes bloques: África Occidental, África Central y del Sur y África Oriental.
A este respecto hay que señalar que una de las dificultades para el estudio del África negra, aparte de la escasez de fuentes y de trabajos sobre el tema, es la delimitación de marcos geográficos. Se ha intentado delimitar regiones o círculos culturales e históricos, pero éstos se trazan como aproximaciones teóricas sin base científica. Siguiendo al historiador africano Ki-Zerbo, sería más real el estudio de los reinos; cuya extensión, sin embargo, conocemos mal debido a la carencia de documentos escritos y a una administración poco desarrollada, aunque los habitantes y dirigentes de estos reinos conocieran con suficiente precisión su espacio geográfico y político gracias a la presencia de un monte, un río, un lago, un bosque, etc.
África Occidental es concretamente la zona más afectada por el impacto del esclavismo y se han formado Estados negros, que cabe agrupar en dos sectores principales, tal como se hallan en 1870:
1.- En el Sudán occidental el esclavismo ha sido practicado y estructurado, no sólo por los europeos, sino también por los norteafricanos que, además, han influido culturalmente de forma notable en estas regiones. De hecho, algunos de los más importantes pueblos en esta zona son islámicos: tenemos así, por ejemplo, los reinos peules de Futa Djalon (Guinea), Futa Toro (Senegal) y de Bondú o Bundú (entre ambos). Estos pueblos peules merodean con sus rebaños trashumantes en busca de los pastos de una estepa más o menos seca; pero en algunos casos (como en los tres referidos anteriormente) establecen hegemonías de importancia histórica.
En otros casos, los pueblos situados en el Sudán occidental mantienen bases animistas. Destacan entre ellos los mossi (pueblo de guerreros que habitan la cuenca alta del río Volta y que llegan a disponer de una administración bastante desarrollada) y los bambara (buenos agricultores y soldados, que tienen determinado cada acto a lo largo de su vida por prescripciones o prohibiciones rituales transmitidas por tradición, no dejando nada al azar).
Todos estos pueblos mantienen una notable actividad comercial con el Maghreb (actualmente Marruecos y Argelia) a través de las rutas transaharianas, cuya importancia disminuye rápidamente, sin embargo, durante el siglo XIX, ante la competencia europea desde la costa occidental.
2.- Al Sur de la región sudanesa encontramos el segundo gran sector en el que la esclavitud tiene una importancia trascendental.
a) Estados subcosteros (al Norte del Gran Golfo de Guinea).
Aparte de aquellos que sirvieron de asentamiento a los esclavos liberados, como Sierra Leona (que será ocupada por el gobierno inglés como base de sus patrullas navales contra el comercio de esclavos y donde se instalará la mayor parte de los esclavos liberados por los ingleses), Liberia (constituida como república independiente en 1847; contaba con unos pocos miles de colonos negros) y Libreville (fundada por los franceses en el Gabón en 1849), existen Estados fuertes como los Ashanti o los Estados de Oyo y Dahomey.
A fines del siglo XVII, al norte del golfo de Guinea, se crea la confederación Ashanti con una veintena de tribus federadas en 1820 y un ejército dotado de armas de fuego capaz de derrotar a los propios anglosajones (1824: victoria de Adamanso) que lo ocuparán, sin embargo, definitivamente en 1874.
Dahomey, que alcanza en el siglo XIX su máxima expansión territorial, seguirá proveyendo de esclavos a los negreros europeos, mientras hubo demanda, como medio de conseguir los fusiles indispensables para el mantenimiento de su poder militar.
El antiguo y gran Imperio Oyo se desintegró a comienzos del siglo XIX. Sus Estados y provincias, independizados del poder central, empezaron a combatir unos con otros por extender sus fronteras y controlar las rutas comerciales. A consecuencia de estas guerras, gran número de cautivos fue reducido a la esclavitud, convirtiéndose esta zona hacia la década de 1840 en uno de los mercados esclavistas más importantes de África occidental.
b) Entre los Estados costeros al Norte y Sur del curso bajo del Congo, destacan sobre todos el reino de Loango (o Luango) y el reino del Congo, respectivamente. El primero había sido antiguamente tributario del Congo, pero hacía ya mucho tiempo que era independiente. En cuanto al Congo, a cuya cabeza está un monarca, que es señor absoluto de toda la región, está relacionado con la colonización portuguesa que le dota de una administración misional. A fines del siglo XVIII ha perdido mucho de su antigua magnificencia y en el siglo XIX se encuentra en plena decadencia.
La historia de África Central, dominada lingüísticamente por el grupo bantú, resulta particularmente desconocida por la escasa y tardía penetración europea, que no ha legado documentación suficiente y restringe las fuentes, con frecuencia, a la tradición oral.
Se sabe, al menos, que el hecho básico de esa historia es la lenta migración bantú, desplazada de Norte a Sur desde los primeros siglos de la era cristiana hasta el siglo XIX. Parece que puede afirmarse que su articulación política, tal como se constata en 1870, depende en buena medida de la posesión de riquezas minerales y del comercio del marfil, más que del esclavismo, que se realiza sólo marginalmente.
Sobre tales bases se asientan, en el alto Zambeze y en el borde meridional de la cubeta del Congo:
1.- Los Estados Luba-Lunda: son regiones ricas en caza, pesca e incluso minerales. Sus gobernantes eran reyes que se consideraban divinos y que vivían con numerosas esposas y servidumbre. Las capitales eran centros de gobierno y de comercio.
2.- Los reinos interlacustres: es una zona rica con un índice de lluvias perfectamente distribuido a lo largo del año. A fines del siglo XVIII se habían constituido seis grandes Estados: Buganda, Bunyozo, Ankole, Karagwe, Rwanda y Burundi. Todos ellos sobrepasaban el medio millón de habitantes y eran administrados por reyes divinos que gobernaban por intermedio de una elaborada jerarquía de funcionarios de la corte y de jefes provinciales.
Con respecto a Sudáfrica, señalar que el primer rasgo decisivo de esta región es la diversidad de su poblamiento, tal como se halla estructurado ya al comenzar el siglo XIX. Lo constituyen tres grandes grupos. Los hotentotes: cazadores, mestizos de protobosquimanos y caucasoides. Los bantúes: agricultores, procedentes de esa secular inmigración del pueblo bantú de Norte a Sur. Los bóers: colonos de origen holandés y francés, establecidos en Sudáfrica desde el siglo XVII con una cultura característica (religión calvinistay lengua afrikaaner). Practicaban una ganadería extensiva y un rudimentario cultivo de cereales y estaban ligados al comercio europeo centrado en el Cabo.
Las tensiones entre estos tres grupos marcan la historia de la región: las relaciones entre hotentotes y bantúes, derivadas del progresivo desplazamiento de éstos hacia el Sur, se resuelven con la expulsión paulatina de los primeros, de capacidad ofensiva menor, que se ven confinados a las tierras peores. A partir del siglo XVIII, los bantúes terminarán chocando con los bóers que avanzan hacia el Este animados seguramente por la mayor demanda del mercado europeo. El choque entre la minoría bóer (5.123 colonos en 1756) y las tribus bantúes (quizás más de 100.000) dará lugar a las llamadas guerras cafres (denominación dada por los portugueses a los bantúes, tomada del árabe cafrun, no musulmán) entre 1779 y 1850. La derrota definitiva de los bantúes deriva del hambre iniciada en 1858. Las relaciones entre bóers y hotentotes carecerán de enfrentamientos armados por la completa supeditación del grupo negroide, sometido legalmente a servidumbre por disposiciones promulgadas entre 1809 y 1819.
Dentro de estos enfrentamientos hay que hacer referencia a la figura de Chaka (o Shaka) que se va a convertir en jefe de los zulúes a comienzos del siglo XIX y al que se ha denominado el "Napoleón negro". Desde 1818 y durante diez años hasta su asesinato, se convirtió en el dictador de una nueva y agresiva nación militar. Organizó a los jóvenes en regimientos reglares, que solamente vivían para la guerra; renovó el armamento de sus guerreros, sustituyendo la poco efectiva arma arrojadiza de largo alcance por las azagayas que obligaban a combatir cuerpo a cuerpo; estableció una nueva estrategia: su ejército empleaba en sus ataques la formación en cabeza de búfalo.
Esta organización permitió una fuerte expansión zulú, cuyos efectos afectaron a toda África meridional, al provocar desplazamientos de todas las tribus de los alrededores, y que también llegaron a chocar con los bóers.
Hay que resaltar el conflicto entre bóers e ingleses y su evolución posterior. Los bóers vivían bajo administración inglesa desde que, en 1815, se ratifica definitivamente dicha colonia como posesión de Inglaterra. La supresión total de los bóers de la administración por parte de los ingleses, junto con la introducción del inglés como lengua oficial en 1825 (la mayoría de la población no comprendía más que el holandés), supuso agitaciones y problemas que se vieron aumentadas por la abolición de la esclavitud (1834), medida hacia la que los bóers eran decididos adversarios.
Los propietarios de esclavos obtuvieron del gobierno de Londres una indemnización de 1.300.000 libras, cuando ellos estimaban sus pérdidas en 3.000.000. En el "gran Trek" (emigración) de 1837, casi 10.000 familias se trasladaron con su ganado y sus esclavos más allá del Vaal y del Orange y hacia Natal, siguiendo diversos itinerarios.
En 1842, los ingleses anexionaron Natal. Los Trekkers, aislados de la costa, penetraron de nuevo hacia el interior y constituyeron la república de Orange, que en 1848 se anexionaron a su vez los ingleses. Un tercer Trek dio lugar a la creación de la república del Transvaal.
Londres interrumpió aquí la cadena de represalias. En 1852 admitía la independencia de los bóers al norte del Vaal y en 1854 la de la república de Orange. Sin embargo, en estos hechos está la base de las futuras guerras anglo-bóers.
En el África Oriental cabe distinguir tres grandes grupos de formaciones:
1.- Los Estados situados en la zona Nordeste sufren, desde fines del siglo XVIII, un serio declive en su poderío político y actividad económica. La autoridad de los gobernantes se había debilitado y los pueblos nómadas invadían las tierras de los agricultores estables, de cuya producción dependía fundamentalmente el poder de los soberanos y de los jefes de tribus. El Mar Rojo estaba infectado de piratas y, a causa de ello, el comercio se resiente especialmente.
Sin embargo, con Mohamed Alí se restablecerá el tráfico del Mar Rojo y se logrará, en 1821, la conquista del Sudán Nilótico por Egipto.
Por otra parte, al Oeste del Mar Rojo permanece el insólito reino de Etiopía, cristianizado en el siglo IV, pero aislado por la islamización de Egipto. Lo pueblan agricultores y pastores. Su organización política es teóricamente monárquico-absolutista, aunque entre 1769 y 1855 -"Edad de los Príncipes"- atraviesa un período de disgregación geográfica del poder, recuperado bajo Theodoros y Menelik II.
En la costa occidental del índico, la dependencia foránea se reduce a las factorías establecidas por árabes de Omán y por portugueses; pero la penetración es marginal y pequeña por la propia debilidad de ambas metrópolis. En el caso de Portugal, su desinterés es palpable desde el siglo XVII, tanto en la zona de Zanzíbar (que entonces pasa a ser dominio árabe) como en la costa de Mozambique, dependiente de la lejana Administración de Goa y dejada de hecho en manos de los "prazeros" (mestizos de bantú y colonos portugueses).
Respecto a Madagascar, con población negro-malaya, está presidida por dos grandes Estados esclavistas: los reinos de Sakalava e Imerina, que se reparten casi toda la isla y mantienen relaciones comerciales en las costas con mercaderes europeos (especialmente franceses) y árabes.

Mapa Histórico de África circa 1400


Lenguas de África


Posesiones coloniales en África en 1930


África antes de la partición colonial c. 1870


África del siglo XV


África septentrional
Época: Asia y África
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1660
Antecedente:
África
En el norte de África la descomposición del Reino del Magreb era prácticamente un hecho. La inexistencia de una línea sucesoria predefinida, las disputas entre sectas musulmanas, las discordancias entre las tribus nómadas y sedentarias, entre las ciudades mercantiles costeras y el interior, junto a la baja densidad de población y el desvío hacia Egipto del comercio transahariano, son factores que minaban el poder político. A fines del siglo XV, la dinastía Hafsida sólo era efectiva en Túnez, mientras en Tremecén dominaba la Abdalawadida y en Fez la Mairinita. Argelia y Tunicia estaban divididas en multitud de principados y de tribus, y en las ciudades costeras los corsarios habían constituido casi repúblicas independientes.
Esta decadencia se produjo en un momento en que las potencias vecinas fortalecían su poder político y militar. La toma de Ceuta en 1415 por Portugalmarcó el inicio de la agresión de los reyes cristianos, que el propio Reino lusitano continuó, necesitado de salvaguardar el descenso de sus naves por la costa africana. Por otra parte, la unión de Castilla y Aragón y la finalización de la conquista del Reino de Granada permitieron a la Corona española retomar la vieja ambición castellana de expandirse más allá del Estrecho. La necesidad de asegurar el tráfico marítimo entre las costas mediterráneas y las atlánticas de la Monarquía hispánica y la imposibilidad de acceder a los mercados subsaharianos tras el tratado de Alcaçovas con Portugal, habían concentrado la atención española en las plazas norteafricanas. El resultado fue la conquista de Mazalquivir (1505), Orán (1509), Bugía y Trípoli (1510) y Peñón de Vélez de la Gomera. Las posibilidades que se abrieron en el Nuevo Mundo relegaron a un segundo puesto la empresa africana, que quedó reducida al establecimiento de presidios, plazas fortificadas sin contacto con el exterior y sólo relacionadas por mar con la metrópoli.
El enfrentamiento entre las tropas españolas y los piratas berberiscos facilitó la intervención del Imperio otomano. En 1517 los hermanos Barbarrojapidieron ayuda al sultán en su enfrentamiento con los españoles, a cambio del reconocimiento de su soberanía. El dominio turco se extendió por Tripolitania de 1553 a 1565 y por la costa del Magreb entre 1568 y 1587. Una vez ocupado, se reorganizó el territorio en tres Regencias, Argel, Túnez y Trípoli, cada una gobernada por un pachá, muy mediatizado por el Cuerpo de jenízaros y la Corporación de capitanes corsarios, que tenían miembros en el diván o consejo. La generalización de la venta y arrendamiento de cargos permitió a los indígenas acceder a puestos de responsabilidad, en principio ocupados por foráneos. Entre los notables también hay que incluir a los Mama, sacerdotes, maestros y jueces a la vez, con una posición social privilegiada.
Con la protección del Imperio otomano, las plazas costeras se desarrollaron rápidamente. Argel se convirtió en el principal centro de poder otomano en el Magreb y en una de las ciudades más populosas del Mediterráneo. Unos 60.000 habitantes a mediados del siglo XVI, más de 100.000 en los años centrales del XVII, dan idea del crecimiento, con una constante de alrededor de 30.000 cautivos cristianos, muy solicitados si eran artesanos o muchachas. Los cautivos también eran provechosos por los rescates que se conseguían de ellos o al menos como medio de recuperar a los musulmanes apresados en tierra cristiana. La relativa paz que se fue estableciendo en el Mediterráneo occidental a lo largo del siglo XVII hizo disminuir el número de cautivos cristianos, sustituidos por esclavos negros.
Los comerciantes europeos fueron asentándose en los puertos, a cambio del pago de una serie de derechos aduaneros. Aparte de los judíos, los marselleses fueron los más favorecidos por estas licencias, al menos hasta que en 1663 se firmó la paz con Holanda, cuyos súbditos obtuvieron un trato preferente sobre los franceses, siguiendo la costumbre otomana de no tener relaciones comerciales con más de una potencia extranjera a la vez. Las buenas relaciones con Luis XIV se volvieron a imponer, y, en conjunto, Franciafue la nación que más se benefició en esta zona del mundo, situación que se mantendría en los siglos siguientes. Unos y otros europeos apreciaban la lana en bruto, los cueros, la cera y el coral, así como también los dátiles y el cereal, que intercambiaban en general por artículos manufacturados, como tejidos, espejos, cristales, relojes y lozas, además de armas y vino. Situados tras los corsarios comerciantes en la escala social, los artesanos estaban agrupados en corporaciones que recibían privilegios a cambio de ciertos impuestos. Los campesinos realizaban los trabajos no especializados necesarios en las ciudades, a donde emigraban cuando en el siglo XVII se endurecieron las condiciones en el campo. En los alrededores de las ciudades, realizaban un cultivo intensivo en huertas, olivares, naranjales y arrozales, a los que dio un fuerte impulso la expulsión de los moriscos españoles. Los notables, sobre todo los altos funcionarios, poseían grandes propiedades, generalmente de cereal, que arrendaban en pequeños lotes a colonos, a cambio de rentas abusivas, permitidas por el excedente de mano de obra. La propiedad colectiva seguía existiendo en las zonas montañosas, cuya disponibilidad de tierras era obviamente menor.
Europa y noroeste de África, de Louis Renard