jueves, 16 de febrero de 2012

Historia de la esclavitud


Historia de la esclavitud

Durante siglos, millones de africanos (hombres y mujeres) fueron deportados al continente americano por las potencias europeas y reducidos a la esclavitud. La trata de esclavos tuvo consecuencias considerables sobre el continente negro, tanto sobre sus aspectos demográficos, como sobre sus estructuras y su desarrollo económico. El presente del continente africano está marcado por esas huellas.

En el siglo XVI, en la mayoría de las regiones del África subsahariana existían ciudades considerables para la época (de 60.000 a 140.000 habitantes o más); pueblos grandes (de 1.000 a 10.000 habitantes); muchas veces en el marco de reinos e imperios notablemente organizados, y también territorios de hábitat disperso denso. Es lo que revelan los vestigios y las excavaciones arqueológicas, así como las fuentes escritas, tanto externas (árabes y europeas anteriores a la mitad del siglo XVII) como internas (crónicas autóctonas redactadas en árabe, que era la lengua de la religión, como el latín en Europa). La agricultura, la ganadería, la caza, la pesca, un artesanado muy diversificado (metalurgia, textil, cerámica, etc.), la navegación fluvial y lacustre, el comercio cercano y lejano, con monedas específicas, estaban muy desarrollados y activos.
El nivel espiritual e intelectual era análogo al de África del Norte en la misma época. El gran viajero árabe del siglo XIV, Ibn Batuta, alaba la seguridad y la justicia que había en el imperio de Mali. Antes del uso de las armas de fuego, la trata árabe era marginal con respecto a la actividad económica y al volumen de población. León el Africano (a comienzos del siglo XVI) menciona que el rey de Bornu (de la región del Chad) sólo organizaba una vez al año una expedición para capturar esclavos 1.

Crecimiento de la demanda 

A partir del siglo XVI la situación se agravó singularmente. Los portugueses penetraron en el Congo, conquistaron Angola, atacaron los principales puertos de la costa oriental y los arruinaron. También penetraron en el actual Mozambique. Los marroquíes atacaron el imperio Songhay, que resistió durante nueve años. Los agresores disponían de armas de fuego, mientras que los subsaharianos no las tenían. Miles de habitantes fueron muertos o capturados y reducidos a la esclavitud. Los vencedores se adueñaron de todo: seres humanos, animales, provisiones, objetos preciosos y demás...
Reinos e imperios fueron dislocados y desmigajados en principados, que se vieron inducidos a hacerse la guerra cada vez con más frecuencia, con el fin de tener prisioneros que pudieran ser intercambiados, especialmente a cambio de fusiles, indispensables para defenderse y atacar. De todo esto resultaron desplazamientos de población que provocaron nuevos choques, el reagrupamiento en sitios de refugio, la propagación de un estado de guerra latente hasta en el corazón del continente. Se multiplicaron las razzias en el noreste del África Central a comienzos del siglo XIX, al punto de alcanzar la cifra de ochenta por año, según el letrado tunecino Mohamed el Tounsy, que viajaba en esa época a Darfur y a Ouadai (actual Chad) 2. El porcentaje de cautivos con relación al conjunto de la población se incrementó continuamente entre el siglo XVII y el final del siglo XIX y "distritos antes densamente poblados fueron reconquistados por la maleza" o la selva 3.
Todo el tejido socioeconómico y político-administrativo que se había constituido fue progresivamente pervertido y luego arruinado. Las personas fueron muchas veces reducidas a la autosubsistencia en lugares de defensa, difíciles de cultivar y de irrigar. Se produjo una regresión enorme en todos los ámbitos. La suerte de los cautivos empeoró. Y apareció una nueva clase o categoría social de malhechores: la de los intermediarios, brutales vigilantes de las caravanas, intérpretes... los "colaboradores" de la época. Algunos príncipes intentaron en vano oponerse a ese comercio creciente de seres humanos. Pero el rey de Portugal respondió negativamente a las cartas de protesta del rey Alfonso del Congo, que se había convertido, sin embargo, al cristianismo. Uno de sus sucesores fue reducido al silencio por las armas. Lo mismo ocurrió en Angola. La delegación francesa en Senegal suministró armas a los moros para que atacaran al Damel 4, que negaba el paso a las caravanas de esclavos. Así, puede verse que fueron los pedidos externos (la "demanda") los que provocaron la gran extensión y proliferación de la esclavitud en el África negra.
Al principio, los reyes entregaban sólo a los condenados a muerte. Pero los portugueses querían cantidades importantes, que tomaron ellos mismos atacando sin otro motivo. Desde 1575-1580, Dias Novais, primer gobernador de Angola, despachaba cautivos a razón de un promedio de 12.000 anuales 5, es decir, dos veces más, sólo a partir de Angola, que toda la trata de la zona del Sahara en la misma época, de acuerdo con las cifras, por ejemplo, del historiador estadounidense Ralph Austen.
En el siglo XVII y sobre todo en el XVIII, la mayoría de los armadores europeos se dedicaba a este tráfico marítimo que daba grandes ganancias, principalmente los holandeses, los ingleses y los franceses. En la segunda mitad del siglo XVIII se alcanzaron cifras enormes: salvo en los años de la guerra franco-británica, cientos y cientos de navíos embarcaban entre 150.000 y 190.000 cautivos anuales, según los años 6. La inseguridad creciente y generalizada en la mayoría de las regiones multiplicó la escasez, las hambrunas, las enfermedades locales y más aun las enfermedades importadas, particularmente la viruela. Las endemias se instalaron y las epidemias florecieron.

 Fuerte disminución demográfica 

Es posible sumar a todos aquellos que murieron durante los ataques, durante las transferencias del interior hacia los puntos de partida y en los galpones; los que se suicidaban y los rebeldes muertos en el momento del embarque; así como también las muertes imputables a la multiplicación de las razzias y a las guerras intestinas engendradas por la dislocación de las entidades políticas a causa de la huida de las poblaciones; las muertes por hambre (ya que las cosechas y las reservas habían sido saqueadas) y por enfermedades de toda clase; las muertes debidas a la introducción de las armas de fuego y de alcoholes adulterados, a la regresión de la higiene y de los conocimientos adquiridos... y hay que agregar a todas esas muertes las de los cautivos y cautivas arrancados del subcontinente. Puede verse que este déficit demográfico supera ampliamente la cantidad de nacimientos viables, a su vez forzosamente en disminución. Y también habría que tener en cuenta los "no nacidos". Tal como durante la Guerra de los Cien Años, que le hizo perder a Francia la mitad de su población, la disminución se hizo de manera irregular y diferente según las regiones. Hacia fines del siglo XVII se acentuó fuertemente, y desde la mitad del siglo XVIII la disminución global fue masiva y rápida.
¿Es posible evaluar esa disminución? Para medir los efectos demográficos de la Guerra de los Cien Años en Francia, se comparó la cantidad de "luces encendidas" (es decir, de casas habitadas) existentes antes de esa guerra, con la cantidad contabilizada después. Como en India, en África no se dispone de registros de bautizos y otros similares, pero por los viajeros y exploradores del siglo XIX se sabe que en África Occidental las aglomeraciones más grandes no tenían más de 30.000 ó 40.000 habitantes. Eran, entonces, alrededor de cuatro veces menos importantes que las ciudades africanas más grandes del siglo XVI.
Según los mismos testimonios, la diferencia era todavía más grande en la población rural, o por la cantidad de combatientes que un príncipe o un jefe guerrero podía alistar. La relación aproximada de 4 a 1, observada en África Occidental, ¿será representativa de la disminución del conjunto de la población del África negra entre el siglo XVI y el XIX? En el Cabo de las Palmas 7, al sur de Angola, las pérdidas fueron más elevadas todavía. Gwato (Huguato), el puerto de Benin, tenía 2.000 "luces" a la llegada de los portugueses y sólo quedaban 20 ó 30 cuando los exploradores del siglo XIX reaparecieron allí 8. El historiador estadounidense William G. Randles muestra que la población de Angola también se había reducido en grandes proporciones 9. En cambio, las regiones de Chad quedaron bastante bien pobladas hasta 1890 (con pueblos de 3.000 habitantes en 1878).
En el actual Sudán, el despoblamiento comenzó con la dominación esclavista del pachá de Egipto Mehemet (Mohamed) Ali, en 1820. En África Oriental, las altas mesetas, como las de Ruanda y Burundi, siguieron densamente pobladas, con alrededor de 100 habitantes por km2, contrariamente a lo que ocurría en la región del lago Nyassa (en Malawi). En África del Sur, desde la primera mitad del siglo XIX, las acciones de los ingleses se agregaron a las de los boers 10 para diezmar a los pueblos autóctonos. En conjunto, parece razonable pensar que en el siglo XIX la población del África negra era 3 a 4 veces menor de lo que había sido en el siglo XVI.
Pero, ¿es posible conocer la importancia de la población del África negra hacia la mitad del siglo XIX? La conquista colonial (con artillería contra fusiles antiguos, del tipo de los arcabuces); el trabajo forzado multiforme y generalizado; la represión de las numerosas revueltas a sangre y fuego; la subalimentación; las diversas enfermedades locales y, una vez más, las enfermedades importadas y la continuación de la trata oriental siguieron reduciendo hasta 1930 la población que quedaba en alrededor de un tercio. En esa fecha, medidas administrativas y sanitarias iniciaron la recuperación demográfica, que se realizó de manera muy gradual.
Esta evaluación fue posible porque, con la presencia europea en el interior de los territorios, algunos indicadores estadísticos se agregaron a las fuentes narrativas 11. En 1948-1949 se efectuó en toda el África subsahariana un censo general y coordinado. Después de hacer correcciones por las declaraciones faltantes, la población fue evaluada en aproximadamente 140 a 145 millones de personas. Teniendo en cuenta el crecimiento registrado entre 1930 y 1948-1949, se puede estimar que en 1930 la población era de 130 a 135 millones de individuos, que representaban dos tercios de la población aproximada de los años 1870-1890, que era de alrededor de 200 millones. De lo que puede concluirse que la población en el siglo XVI era al menos del orden de los 600 millones (o sea un promedio de unos 30 habitantes por km2), según el resultado de mis investigaciones. Las cifras antiguas de 30 a 100 millones eran totalmente imaginarias, como lo mostró Daniel Noin, ex presidente de la Comisión de Población de la Unión Geográfica Internacional 12.

 Cúmulo de efectos destructores 

Entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XIX, la población subsahariana se redujo entonces en unos 400 millones. Sobre ese total, es imposible precisar el porcentaje de los que fueron deportados, a partir de las costas y del Sáhel, a causa de la importancia de los fraudes y de la muy elevada cantidad de clandestinos, antes y después de que se prohibiera la trata. Diversas fuentes e investigaciones conducen a duplicar las cifras oficiales en lo que se refiere a la trata europea 13. Las evaluaciones de la trata árabe también son aleatorias. Para dar un orden de magnitud, digamos que para las dos tratas adicionadas la cifra debe situarse entre 25 y 40 millones. Una cifra todavía muy discutida, pero es cierto que las pocas evaluaciones existentes no tienen en cuenta la enormidad de los disimulos. Al menos 9/10 partes de las pérdidas totales se produjeron en la propia África, lo que se explica por la extraordinaria duración de la grave inseguridad permanente, creciente y persistente en el conjunto del territorio, a causa de la acumulación de efectos destructores, directos e indirectos, de las dos tratas simultáneas, cada vez más intensivas.
Una Guerra de Cien Años que duró trescientos, con las armas de la Guerra de los Treinta Años y de los siglos siguientes. La conquista y la ocupación colonial, así facilitadas, incrustaron la extraversión, tanto cultural como económica, e hicieron particularmente problemática la reestructuración del conjunto subsahariano y de cada una de sus regiones. Sólo hace una decena de años que el África negra recuperó el nivel de población que tenía en el siglo XVI, pero de manera muy desequilibrada debido a la congestión en las capitales.
Las consecuencias de la trata son pesadas, pero no se suele tomar conciencia de su importancia cuando se analizan los problemas actuales del África Negra.
  1. Léon l'Africain, Description de l'Afrique, Adrien-Maisonneuve, París, 1956.
  2. Pierre Kalck, Histoire de la République centrafricaine, Berger Levrault, París, 1995.
  3. Charles Becker, "Les Effets démographiques de la traite des esclaves en Senegambie", De la traite de l'esclavage, actes du Colloque de Nantes, tomo 2, CRHMA y SFHOM, Nantes-París, 1988.
  4. Título que se daba a los soberanos animistas del reino de Cayor (Senegal).
  5. William G. Randles, "De la traite à la colonisation. Les Portugais en Angola", Annales Economie Société Civilisation (ESC), 1969.
  6. Ibidem.
  7. Sobre la actual frontera entre Costa de Marfil y Liberia.
  8. Duarte Pacheco Pereira, Esmeraldo de situ orbis, Centro de estudios de Guinea portuguesa, Mémoire nº 19, Bissau, 1956.
  9. William Randles, op. cit.
  10. Colonizadores holandeses.
  11. Daniel Noin, La population de l'Afrique subsaharienne, Ediciones Unesco, 1999.
  12. Ibidem.
  13. Charles Becker, op. cit.
Autor/esLouise Marie Diop-Maes
Publicado enEdición Cono Sur
Número de ediciónNúmero 102 - Diciembre 2007
Páginas:32,33
TraducciónLucía Vera

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