1899-1902: la guerra anglo-bóer
El interés de Gran Bretaña en cohesionar sus posesiones sudafricanas hizo difícil la
relación entre los ingleses y los bóers, descendientes de los colonos neerlandeses
establecidos en África Austral desde mediados del siglo XVII. El descubrimiento de las
minas de oro y diamantes, por un lado -Con la consiguiente inmigración británica y las
ambiciones de los círculos financieros londinenses- y la intransigencia de los boers, por
otro, hicieron la guerra inevitable. Sus precedentes inmediatos son descritos por Paulus
Krüger (1825-1904), presidente del Transvaal.Historia del Mundo Contemporáneo
“La República Sud-Africana no tardó en apercibirse que el objetivo del gobierno Ingles era
hacer inevitable el conflicto, y que sólo dilataba el envío de un ultimátum para tener tiempo
de reunir las fuerzas suficientes para aplastar el Transvaal. También desde que el gobierno
republicano se persuadió de que la guerra era inevitable y de que toda nueva concesión
sería vana, resolvió tomar una actitud enérgica, y, el 9 de octubre, envió al representante
británico una última nota que después se ha llamado nuestro ultimátum. Esta nota hacia
resaltar una vez más que Inglaterra no tenía el menor derecho a inmiscuirse en los asuntos
internos de la República; que había sido por puro espíritu de conciliación que el gobierno
republicano había consentido en entablar conversaciones con el Gobierno inglés sobre la
cuestión del derecho de voto, cuestión que reafirmaba ser de la exclusiva competencia del
Gobierno y del Parlamento de la República; que lejos de atender a esos procedimientos
amigables, el gobierno inglés había entrado en el camino de las amenazas; que, después de
la ruptura de las negociaciones, la República atendió siempre las proposiciones a las que el
Gabinete de Londres había hecho alusión; que, a la vista de las fuerzas militares dirigidas
hacia sus fronteras, la República se había visto obligada a movilizar sus Btírghers para
asegurar la defensa del territorio; que la intervención del Gobierno inglés en los asuntos
internos de la República constituía una violación de la Convención de 1884, lo mismo que
el despliegue de sus tropas en las fronteras creaba una situación intolerable; que la
República, en fin, consideraba su deber poner fin a esta situación, en su propio interés, así
como, también en interés de todo Sud-Africa, y que, en consecuencia, rogaba
encarecidamente al gobierno de Su Majestad que diese su aprobación a las disposiciones
siguientes:
a) Todos los puntos litigiosos serán regulados amigablemente por un tribunal arbitral o
por cualquier otro medio pacífico susceptible de poner de acuerdo dos gobiernos.
b) Todas las tropas enviadas a las fronteras de la República serán retiradas.
c) Todas las medidas de incremento de los efectivos militares tomadas después de 1º
de junio de 1899 serán anuladas en un plazo negociado, con toda lealtad, por los dos
gobiernos, y bajo la garantía dada por la República Sud-Africana de que ninguna
agresión u hostilidad será dirigida por una y otra de las dos Repúblicas contra los
territorios de Su Majestad durante las negociaciones. Si Inglaterra se adhiere a esas
condiciones, el gobierno de la República está dispuesto a retirar sus propias tropas
de las fronteras.
d) Las tropas inglesas actualmente embarcadas no deberán poner pie en ningún puerto
del África austral.
El despacho acababa rogando del gobierno inglés una respuesta para el día 11 de octubre
antes de las 5 de la tarde, añadiendo que si no había llegado en plazo, una respuesta
favorable, la República se vería, a su pesar, obligada a considerar las acciones del gobierno
inglés como una formal declaración de guerra cuyas ulteriores consecuencias no podrían ser
imputadas a la República, y que ésta consideraría igualmente como una declaración de
guerra todo movimiento de tropas hacia las fronteras que pudiera tener lugar en el intervalo
fijado más arriba.
El 11 de octubre Mr. Green entregaba la respuesta del gobierno inglés, cual se declaraba
que era imposible aceptar las condiciones puestas por el Gobierno de la República
sudafricana. Al mismo tiempo el encargado de negocios solicitaba su pasaporte para
abandonar el país; he aquí cómo estalló la guerra a despecho de todas las concesiones, de
toda la buena voluntad, y de toda la buena fe de que había dado prueba la República.
El Volksraad, cuya sesión no habla sido clausurado, quedó aplazado cuando pareció
evidente que iban a dar comienzo las hostilidades; por lo demás había declarado por
unanimidad, como el Volksraad del Estado libre, que estaba dispuesto a verter su sangre
por el derecho y la libertad, y ambos renovaron este juran en su última sesión en medio del
duelo y de las inquietudes de la guerra”.
Les mémoires du président Krüger (París s. a.),
págs. 292-295
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