Cinco años antes de que la Conferencia de Berlín repartiese África, los europeos controlaban numerosos puntos costeros. Desde ellos se había realizado el tráfico de esclavos y ahora eran florecientes factorías y avanzadillas de la colonización. En abierta competencia con ellos, los comerciantes musulmanes penetraban en el interior del continente y formaban sus propios estados. La lucha entre ambas fuerzas decidiría el destino de África. Pero la mayor riqueza y un superior desarrollo industrial, hizo que la balanza se inclinara a favor de los países europeos.
Hacia finales del siglo XIX, las principales potencias europeas dejaron de enfrentarse entre si y buscaron expandir sus horizontes mas allá de su propio continente. Con la aparición súbita del nuevo poder de Alemania bajo el mando de Otto von Bismark, Inglaterra y Francia se apresuraron a obtener en África el mayor número de posesiones. Lo mismo hicieron Alemania, Italia y Bélgica y pronto surgieron entre si importantes enfrentamientos.
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